El Centro de Recursos para el Aprendizaje Rómulo Gallegos de la UETD Táchira recomienda LEER: Entrevista a Emilia Ferreiro
Dra. Emilia Ferreiro. Foto/http://www.celei.cl |
Entrevista a Emilia Ferreiro, por Mariana Otero en el año 2016
La educadora argentina Emilia Ferreiro, quien revolucionó la
lectoescritura, asegura que si los docentes no leen son incapaces de transmitir
placer por la lectura. Dice que todos los chicos pueden aprender si los
maestros se lo proponen. Para la investigadora, la escuela es muy resistente a
los cambios porque siguen instaladas viejas ideas.
Emilia Ferreiro casi no necesita presentación. Para el mundo
de la educación es un referente indiscutible, que revolucionó la enseñanza de
la lectoescritura y que realizó numerosos aportes a la alfabetización en el
mundo.
Es argentina, pero está radicada en México desde hace más de
dos décadas. Su tesis de doctorado fue dirigida por Jean Piaget en la
Universidad de Ginebra. Hace años que recorre América y Europa dando conferencias
y capacitaciones a docentes; es autora de innumerables artículos científicos y
libros y fue reconocida varias veces como doctora honoris causa por diversas
universidades, entre ellas la Universidad Nacional de Córdoba (1999).
La investigadora del Centro de Investigación de Estudios
Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de México estuvo en Córdoba
invitada por la Facultad de Psicología de la UNC. En diálogo con La Voz del
Interior , aseguró que el docente no puede seguir haciendo tareas burocráticas,
que debe profesionalizarse, que todos los chicos pueden aprender si tienen un
maestro que crea que pueden lograrlo y que la escuela se resiste a los cambios
que no genera ella misma. A continuación, un extracto de una larga charla.
–¿Qué puede hacer la escuela para evitar el fracaso escolar?
–El fracaso escolar tiene varias caras (…) Voy a hablar de
los aprendizajes vinculados con la lengua. La alfabetización inicial o tiene
lugar en los primeros años de la primaria o es un déficit que se arrastra muy
mal. Incluso en casos donde no hay percepción de fracaso puede haber fracaso
con respecto a lo que significa alfabetizar. Hoy nadie puede considerarse
alfabetizado si está en situación de comprender mensajes simples, saber firmar
o leer libros con léxico y sintaxis simplificada. Desde finales del siglo XX
estamos asistiendo a una revolución en la que la digitalización de la
información es parte de la vida cotidiana y la escuela ni se ha dado cuenta.
Entonces sigue preparando para leer un conjunto limitadísimo de textos, sigue
haciendo una alfabetización para el pizarrón. Trabajar con la diversidad de
textos y alfabetizar con confianza y sin temor a circular a través de los
múltiples tipos de textos y de soportes textuales del mundo contemporáneo es
indispensable.
–¿Se puede decir que la escuela sigue siendo demasiado
conservadora para niños de la era tecnológica?
–El sistema escolar es de evolución muy lenta.
Históricamente ha sido muy poco permeable a cambios que la afectaban. Dos
ejemplos: cuando apareció la birome, la primera reacción del sistema educativo
fue “eso no va a entrar acá porque arruina la letra”, y la escuela le hizo la
guerra a ese instrumento: una guerra perdida de antemano (…) Lo mismo hizo
cuando aparecieron las calculadoras de bolsillo y dijeron “eso va a arruinar el
cálculo escolar y no van a entrar”. Y entraron con muchas dificultades, hasta que
en algunos lugares descubrieron que podía hacerse un uso inteligente de la
máquina de calcular. En ese contexto hay que ubicarse. La institución escolar
siempre ha sido muy resistente a las novedades que no fueron generadas por
ella.
–Ahora se resiste a la computadora.
–Es una tecnología de escritura y tiene ventajas innegables
para la enseñanza. La primera reacción es de desconfianza. El primer acto
reflejo es que si nos traen una, la ponemos con llave.
–¿Se puede alfabetizar igual en diferentes contextos
sociales y culturales y con recursos distintos?
–Hay cosas que van a ser iguales y otras que son
necesariamente distintas. Algo que les digo siempre a los maestros es: “¿Usted
no sabe qué hacer el primer día? Lea en voz alta”. La experiencia de escuchar
leer en voz alta no es una experiencia de todos los chicos antes de entrar a la
escuela y es crucial para entender ese mundo insólito que tiene que ver con que
hay estas patitas de araña (muestra las letras) en una hoja y que suscitan
lengua.
–Es otra forma de enseñar a leer y escribir…
–Más que empezar con la pregunta típica de cómo hago para
enseñar a leer y escribir, primero hay que enseñar algo acerca de lo que es la
escritura y para qué sirve. El maestro tiene que comportarse como lector, como
alguien que ya posee la escritura. La gran diferencia entre los chicos que han
tenido libros y lectores a su alrededor y los que no los han tenido es que no
tienen la menor idea del misterio que hay ahí adentro. Más que una maestra que
empieza a enseñar, necesitan una maestra que les muestre qué quiere decir saber
leer y escribir. Cuanta menos inmersión haya tenido antes, más hay que darle al
inicio.
–¿El docente es consciente de que esta es una buena manera
de enseñar a leer y escribir? Hay investigaciones que dicen que los maestros no
leen.
–Ese es uno de los dramas del asunto porque se habla mucho
del placer de la lectura, pero ¿cómo se transmite ese placer si el maestro
nunca sintió ese placer porque leyó nada más que instrucciones oficiales,
libros de “cómo hacer para”, leyó lo menos posible. Es muy difícil que ese
maestro pueda transmitir un placer que nunca sintió y un interés por algo en lo
que nunca se interesó. En toda América latina el reclutamiento de maestros
viene de las capas menos favorecidas de la población. En muchos casos no hay
aspiración a ser maestro. Y en ese sentido cambió, pasó de ser una profesión de
alto prestigio social a una con relativo bajo prestigio social.
–¿Cuánto influye eso en la alfabetización de los niños?
–Mucho, porque si alguien está haciendo lo que hace porque
no pudo hacer más, se va a sentir frustrado; y la frustración profesional no
ayuda al ejercicio profesional.
Una escuela vieja. –¿Se avanzó en el modo de alfabetizar?
–Hay una visión muy instrumentalista que piensa lo mismo
desde hace tantas décadas que da hasta lástima decirlo. Dice: “Primero vas a
aprender la mecánica de las correspondencias grafofónicas y para eso mejor que
ni pienses porque es un ejercicio mecánico de asociación de correspondencias.
Después vas a aprender de corrido, y después vas a entender lo que estás
leyendo y después, quizá, te venga esa cosa desde algún milagro llamada placer
por la lectura”. En realidad, el placer por la lectura entre los chicos que
tienen lectores a su alrededor es lo primero que se instala (…) Es lo primero,
no lo último.
–Esta tendencia del placer antes que lo instrumental no está
en práctica; seguimos con las viejas teorías. ¿Cómo se revierte eso?
–No es fácil. Lo que no consigo es que me den la lógica de
la visión opuesta. Por ese lado hice investigaciones que revelan que los chicos
piensan sobre la escritura antes y que lo que piensan es relevante y que es
bueno tenerlo en cuenta.
–¿Sigue en vigencia esa idea de que el maestro es la
autoridad que les enseña a niñitos que no saben nada?
–Siguen instaladas viejas ideas que son parte de la lentitud
del sistema para reaccionar. A veces con el razonamiento de que si siempre se
hizo así para qué cambiar (…) Una de las tendencias es regalarle el fracaso a
la familia o al niño y no asumir la responsabilidad de que todos los chicos
pueden aprender y deben aprender. Andan buscando desde antes que empiece el año
escolar quiénes van a repetir o quiénes son los disléxicos o los que tienen
alguna patología por la cual la cosa no va a andar. Y realmente todo cambia muy
fuerte cuando el maestro dice “aquí no va a haber repetidores” y cuando asume
desde el inicio que “aquí van a aprender todos”. Eso exige un involucramiento
fuerte del maestro con el aprendizaje; ahí entramos en otra vertiente, en la
que el oficio del maestro se ha ido burocratizando cada vez más y
desprofesionalizando al mismo tiempo. Recibe instrucciones y las ejecuta: esa
es la definición de un burócrata. En tanto, el profesional es el que sabe lo
que está haciendo, por qué lo está haciendo y tiene una racionalidad y una
especificidad que puede defender profesionalmente.
–¿Cómo se hace para sacar adelante a niños que concurren a
escuelas donde hay un libro cada 40 alumnos, sin biblioteca ni computadora y el
docente, además, atiende situaciones familiares, psicológicas?
–Enseñar a leer y escribir bajo los bombardeos es difícil.
Cuando un maestro está convencido de que puede hacer algo termina descubriendo
la manera de hacerlo, y si deja que el malestar general lo apabulle no va a
poder hacer nada. Si acepta estar ahí es porque cree que algo puede hacer. Si
forma parte de la desesperación colectiva, si se deprime junto con el ambiente,
no va a poder hacer nada. Pero hay maestros creativos que consiguen llevar
adelante algo que da esperanza… El maestro tiene que decir “aprender es
posible”, como el médico decir “la salud es posible”.
Fuente: Redes OEI