Por: Gustavo Villamizar Durán
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Gustavo Villamizar en los estudios de RNV Táchira |
La vida, quién lo duda, está marcada por recurrentes
paradojas, algunas significativas y otras no tanto. Eso ocurre en esta
circunstancia pandémica que embiste al planeta y nos tiene en ascuas,
refugiados en nuestras casas. Resulta que en la efervescencia del Coronavirus
que azota con fuerza, nos conseguimos con un plan formulado por el Ministerio
del Poder Popular para la Educación, el cual hay que celebrar sin rodeos,
titulado “Cada familia una Escuela. Plan Pedagógico de Prevención y
Protección”. La idea es genial, en primer lugar, porque sorprende que en los
preparativos para enfrentar una pandemia que ha mostrado su mortífera
condición, se haya colado un plan formativo muy didáctico en todo lo
relacionado al mortal coronavirus y la pandemia en general, al tiempo de
habilitar medios para impedir que la labor educativa de millones de niños y
jóvenes se vea afectada por tan ingrata circunstancia. Pero además, este plan
muestra novedosas señales, las cuales pudieran convertirse en elementos
subversivos del agotado modelo educativo,
abriendo caminos a lo que puede conformarse como un proceso de
transformación hacia un nuevo modelo más abierto, cooperativo y liberador.
Estas afirmaciones se sustentan en diversas razones, entre las que podemos
enunciar: El plan contempla todos los niveles educativos desde el inicial hasta
la educación media general y técnica, así como la educación de las comunidades
indígenas, las escuelas de artes y oficios y la atención educativa integral de
la población con necesidades educativas especiales y/o con discapacidad. Se
cumplirá mediante la modalidad de
educación a distancia, a través de diferentes vías y deberá realizarse en las
casas de los educandos, lo cual puede
contribuir a superar el espacio del aula
y la hora de clase como los únicos lugares y tiempos para aprender, lo cual
lleva a asumir, definitivamente, que se aprende en cualquier parte, a cualquier
hora y durante toda la vida. La propuesta, aunque está dirigida al discente,
invita a la familia a participar, a
aprender con los niños y jóvenes, involucrándose en la búsqueda y procesamiento
de información, contribuyendo a la
realización de las labores señaladas, práctica esta que, sin duda,
alentará el aprendizaje cooperativo y la
llamada inteligencia colectiva, la cual rescata la preclara expresión del
maestro Juan de Mairena, creado por el poeta Antonio Machado: “Todo lo que
sabemos lo sabemos entre todos”. Lo mismo, el plan incentiva la búsqueda de
información por diferentes vías, tanto bibliográficas como tecnológicas, más
allá del texto escolar, lo cual enseña
que no existe una sola fuente de saber y que, por el contrario, estas son
múltiples y sobre todo diversas.
Felizmente en el plan
se establecen áreas del conocimiento a trabajarse cada día de la semana,
sin precisar abordajes, procedimientos o actividades específicas a ejecutar,
sino que se sugieren actividades a
realizar de manera muy amplia, de tal suerte que abre al criterio del discente
y el grupo familiar establecer las estrategias
y procedimientos para el aprendizaje, sin sentirse atado a uno único
preestablecido. Esto significa una apertura a procesos didácticos más cercanos
a las realidades de los alumnos y las familias, lo cual permite aprendizajes
ligados a la vida y para la vida, que resultarán más interesantes y de mayor
consistencia. Esta flexibilidad en relación a las actividades, estrategias
y áreas temáticas, tiene una gran
ventaja en lo relativo a los intereses
del educando, por cuanto no establece límites ni se reduce estrictamente a una
materia o disciplina científica y/o a las “pastillitas de saber”, dejando al
interés del alumno la posibilidad de profundizar en aquellos conocimientos que
más le atraen y seguramente, a acercarse o establecer relaciones
interdisciplinarias y transdisciplinarias, poniendo en juego las funciones
superiores de la mente. Quizás se crea suficiente con lo enunciado, pero con
toda seguridad será poco, porque de
estos germinará la abundancia de novedades transformadoras.
Por otro lado y de manera fundamental, el plan ofrece al
docente la oportunidad de liberarse del yugo cotidiano del aula y experimentar
nuevas prácticas pedagógicas en un reto que deben atender todos con entusiasmo.
La emergencia asoma nuevas luces en la educación iluminando todos los ámbitos sociales, las cuales no deben despreciarse por la
atadura a la rutina fatigante de la repetición. El educador es eje fundamental
de lo que puede ser esta magnífica experiencia.
Por ahora, hagamos el esfuerzo, invoquemos a la vida y celebremos lo que
nos depara.